En numerosas ocasiones nuestro bienestar personal se encuentra mermado. Nos sentimos mal pero no sabemos ponerle un nombre a aquello que nos está ocurriendo y, generalmente, tendemos a pensar que nuestro problema y aquello que nos pasa es una «pequeña depresión», un término que se maneja con bastante ligereza por ser un problema cercano y cotidiano.
Hoy queremos hablaros del síndrome de Wendy, que, debido a nuestra educación cultural y los valores imperantes en nuestra sociedad, aún se trata de un síndrome difícil de detectar, pues está asociado a la figura de la mujer ideal de antaño, aquella que vuelca todos sus esfuerzos en agradar a todos, cuidar de su pareja y sus hijos.
Desarrollar un síndrome de Wendy tiene como base principal el miedo al rechazo y/o a ser abandonada, de modo que, para evitar que esto suceda, asumen todas las cargas familiares cumpliendo de una forma casi compulsiva todos los deseos que se les presente de parte de sus parejas o sus hijos, esto hace que no les quede tiempo para sí mismas y, por lo tanto, son autorelegadas a un segundo plano en su propia vida.
Lógicamente, el síndrome de Wendy acaba afectando seriamente a la calidad de vida, tanto a la persona que lo padece, como a la vez, creando serios problemas de pareja. Por un lado, esa soledad de la que huyen las personas con síndrome de Wendy, acaba convirtiéndose en una realidad pues en escasos momento sienten apoyo por aquello que han asumido como “su tarea”. También, la ansiedad se convierte en su compañera de viaje, es un síntoma que va unido al síndrome de Wendy debido a la impotencia de sentir que no se puede llegar, a todo lo que acaba derivando, finalmente, en un burnout de una vida sumergida en la rutina y sin ningún tipo de satisfacción personal.
El tratamiento que se lleva a cabo en los casos de síndrome de Wendy empieza por tomar conciencia de las creencias irracionales que la mujer tiene interiorizadas, como por ejemplo, que cuanto más te esfuerzas en el cuidado de una persona, mayor es el amor que das, que el otro percibe y, por tanto, menos probable el que te abandonen.
La terapia, pasa por aprender a responsabilizarse de su propio bienestar, y a quererse, a reforzar de la autoestima acompañado de entrenamiento en asertividad es decir, poner en práctica ejercicios en los que se aprende a decir no y, sobre todo, a delegar y hacer responsable de forma paulatina de las tareas cotidianas al resto de su entorno, asumiendo un principio de equidad dentro de la pareja, favorecerán el desarrollo en el tratamiento del síndrome de Wendy, en definitiva, a buscar nuevos roles, más adaptativos, con los que poder encontrarse a gusto en su propia piel.
Como es lógico, para detectar el síndrome de Wendy es necesario previamente una evaluación en profundidad de la paciente para trabajar éste u otro tipo de síndromes y síntomas parecidos o asociados.
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