Conversaciones difíciles

Conversaciones potencialmente difíciles tenemos todos y todos los días, es cierto. Lo común a todas ellas es que tener esa conversación nos asusta y tenemos miedo a que no salga como queríamos, o mejor dicho, a que con nuestra conversación, con lo que nos ha costado soltarlo, (sino, no sería difícil), los demás no nos entiendan o no consigamos el efecto que muy posiblemente hemos magnificado que va a tener. Es en estos momentos cuando sobrepensamos y así, sobresentimos. Sobrepensamos y creamos realidades en nuestro mundo interno que en muchas ocasiones no suceden en el mundo externo, en el mundo de nuestras relaciones con otros/as, y mira que hemos planteado escenarios… Miles de posibilidades con diferentes variaciones… la cantidad de tiempo que se nos va en esto, y lo peor, lo que sufrimos, mejor dicho, lo que sobresufrimos …. Y así, si no ponemos remedio, se nos puede ir la vida.

Con suerte, nos damos cuenta y aceptamos que no podemos seguir así y solicitamos ayuda. Quizás esa sea la primera conversación difícil, la de pedir cita al psicólogo, y más si no has ido nunca… Verás… y ¿qué se hace allí? ¿Y por dónde empiezo a buscar? Y, ¿será bueno/a?, ¿me ayudará…? A estas alturas, cada vez esta primera conversación difícil se va superando cada vez con menos dificultad, y es que pocas cosas hay que nos hagan más valientes que aceptar nuestra vulnerabilidad, ¡eso sí que es valentía! No lo es el hecho de no tener miedo, eso es algo que le ocurre a una persona con una lesión cerebral, a alguien alexitímico/a, o simplemente nos convierte en imprudentes con miedo que intentamos tapar y que no se note, y por eso, o bien nos paralizamos y dejamos de hacer cosas, muchas cosas, o nos sobrexponemos innecesariamente a situaciones de las que no siempre vamos a salir bien parados, es decir respuestas básicas como animalillos que somos: la huida o la lucha …

Una vez pasada la primera conversación, por fin conseguimos una cita y ahora si que tenemos que enfrentarnos a esa temida situación: La primera entrevista. En esa primera cita, cada uno tiene sus miedos, paciente y terapeuta, ambos, las dos partes tienen miedo. Si, distintos y está claro que el terapeuta, con los años, va haciendo cayo… Sin embargo, me sigue pareciendo sano y honesto que eso siga siendo así, que algo se te siga removiendo y eso te haga tener atención en cuidar a la persona que tienes delante, una persona que en ese momento está en pleno proceso de crisis vital y que sufre, y sufre mucho, tanto que algo ha ocurrido para que no siga haciendo lo mismo que en otras ocasiones y pida ayuda, por lo que, para mí, merece todos mis respetos, y lo que se me remueve por dentro intento ponerlo al servicio de poder ayudar a esa persona en su proceso y desde luego, en no hacerla sufrir innecesariamente y más de la cuenta en cada momento.

mujer joven disgustada ignorando su novio que tratando disculparse despues pelea dormitorio 1

A lo largo del proceso psicoterapéutico, vamos pasando por diferentes etapas: Ese primer encuentro y luego la evaluación:

  • El objetivo es entender que cosas han ido pasando en la vida de esa persona para llegar al momento actual tal y como hemos llegado, es decir, mal.
  • El segundo objetivo, aunque no menos importante, es que se pueda crear un vínculo lo suficientemente seguro y sano con el objetivo de iniciar el viaje más complejo, el de afrontar y mirar aquello de lo que llevamos toda la vida intentando esquivar o de lo que llevamos toda la vida huyendo sin tener ni siquiera consciencia de ello.

Creo que esa es una de las razones por las que los psicólogos dan tanto miedo… Si lo piensas, de los sanitarios, somos los que “menos daño” podemos hacer: al cirujano, que nos puede llegar a abrir en canal, nos ponemos en sus manos, pero así, sin reparos, “le tenemos fe” … (casi como si fuera el mismísimo Mesías que va a obrar el milagro…, que en ocasiones, su trabajo está a la altura de la consecución de milagros, es cierto), sin embargo… lo del psicólogo… la cosa cambia: o no creemos, o desconfiamos, o… vete a saber que otro argumento damos con tal de no ir, y si vamos… lo que nos cuesta abrirnos… No es por el psicólogo en sí, es psicólogo es una herramienta… es porque abrirnos ante esa persona es tener que mirarnos al espejo sin paños calientes, por eso nos asusta tanto, y por eso, dentro de nosotros hay una parte que se resiste, y a veces mucho, porque sabe que una vez que dejemos salir aquello, tenemos miedo de que ocurra como con la caja de Pandora y se desaten todos los males, y, en cierta medida, así será, pero después, como en el mito de la caja de Pandora, una vez que salgan los males, aquello, dará paso a la esperanza… y las cosas empiezan a cambiar… pasamos de los círculos viciosos a los círculos virtuosos… Es cierto que no es rápido, no, no lo es aunque si hemos trabajado a fondo, si es eficaz, si es efectivo, y, también es cierto que, muy posiblemente, el proceso nos lleve a tomar decisiones, y decisiones que tendrán un coste, a veces menor y otras veces mayor. Vamos a la consulta de psicología a cambiar, pero sin cambiar mucho, y si puede ser, sin que cueste. Casi siempre, buscamos que nos quiten el síntoma sin tener que mirar porqué está ahí, qué lo ha ocasionado y siendo conscientes de que si está es porque es necesario, y, lo peor, seguirá estando mientras lo sigamos necesitando.

 

joven tiene conflicto su novia que lo sorprendio enganandola telefono 1

Volviendo a las conversaciones difíciles, va a haber una o, con suerte, una serie de conversaciones, que tendremos que tener:

  • Si trabajamos con peques, en algún momento, habrá que hablar con los padres (papá-mamá, papá-papá, mamá-mamá, sólo papá, sólo mamá…) y, dependerá de si a ellos les hemos hecho sentir seguros también, y de algunas cosillas más, podrán empezar a repartir malestares y a asumir las cada uno/a su parte de responsabilidad. Eso, es esperar lo mejor, y también prepararse para lo peor, es decir, que dejen de acudir a terapia, tengan la sensación de haber perdido el tiempo y el dinero, reafirmarse en su hipótesis inicial de porqué están pasando las cosas y que el peque o la peque siga con su/s dificultad/es y su sufrimiento, lo cual, a lo largo de su vida, intentará ir esquivando como buenamente pueda o hasta que sea mayor, se lo vuelva a mirar, ya sin que la sombra de papá o mamá sea ya tan alargada, pero con su propia cajita de Pandora donde ha ido almacenando todos sus pesares. En el mejor de los casos, los padres entienden, asumen sus limitaciones y sus responsabilidades, conectan con la curiosidad y el amor que les une a sus hijos, aprenden, y reparan en la mejor medida de sus posibilidades… y, es que ese momento… Es magia pura, es el inicio de una nueva dinámica, es como cuando una orquesta que antes cada músico toca con su instrumento una partitura, pero van a destiempo, y de repente… se hace la armonía.
  • Si trabajamos con adultos, poco a poco vamos llegando a la escena o las escenas que forjaron los males, en las que, si sois padres, sintiéndolo mucho, vais a tener un papel, cuanto menos, importarte, es decir, que no os vais a librar de aparecer en aquella película… Y llega el momento de “ajustar o pedir cuentas”, bueno, quizás no sea eso, que suena muy pendenciero, sino hacerse cargo uno mismo y hacer consciente al otro de las necesidades que no se cubrieron, y es más que incluso se produjo daño… y la conversación tan temida y tan difícil para los hijos y desde luego también para los padres de esos adultos que la inician llega… Aquí también hay que pararse a pensar, pensar antes de esa conversación, pensar si tanto esfuerzo va a tener el resultado esperado, es decir, que los hijos adultos cuentan ahora su vivencia de las experiencias comunes que como padres, y en general, con la mejor intención, se cree que se actúa en beneficio de los hijos no siendo así en todas las ocasiones… Es cierto que es una conversación muy complicada, que a veces podrá darse, e incluso, en ocasiones, (es cierto que en las mínimas), podrá realizarse una reparación de esa vinculación, y en otras ocasiones, esa conversación tendrá que realizarse “en terapia” ante “la silla vacía”, y en otras ocasiones, saldrá mal, por eso, creo que es necesario prepararla, ver si es posible tenerla y desde luego, prepararse para recibir una respuesta que no es la que se esperaba.
    Si, como padres, podemos generar daño, daño por acción, o daño por omisión, y con los hijos… Tenemos una relación desigual, no es, y no debe ser una democracia, hay “tareas” de las que debemos hacernos cargo, por eso, es importante saber qué todo poder, lleva una responsabilidad. A todo, no vamos a llegar, es imposible, e incluso, tampoco es bueno, porque dejaremos a nuestros hijos sin desarrollar estrategias para defenderse, para negociar, para ganar, para perder, para decidir qué batallas van a lidiar y cuales no… Qué complicado, ¿verdad? Si, enormemente complejo, o, puede que no lo sea tanto, pero lo cierto es que nadie nace aprendido. Simplemente, tenemos que ser lo suficientemente buenos. Vamos que hay cuestiones que tenemos que cumplir y otras, que en cierta medida, podremos pasar más de puntillas.

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